Identificado con América por su origen, y con Suiza y Bélgica por su elaboración, el chocolate es el regalo por excelencia de los enamorados, muy probablemente por su capacidad de liberar endorfinas e inducir un estado de felicidad. Pero tras esa fachada de dulzura, Órla Ryan revela que en África -el mayor abastecedor de chocolate del mundo- los agricultores que se dedican al cultivo del cacao nunca han probado una barra de chocolate, y que este cultivo se sostiene en el trabajo infantil, al grado de que las ONG defienden el derecho de los niños africanos a participar en una producción que emplea a toda la familia. Esta es la historia de sangrientas guerras en Costa de Marfil y Ghana, en las que el odio contra el extranjero revela una cruenta competencia por las tierras de cultivo, a pesar de las exiguas ganancias que dan a los pequeños agricultores. Es la historia de las dificultades que hay en la producción sustentable; de las relaciones económicas que se entretejen en el comercio del chocolate; de los problemas que implica sembrar un grano que constantemente es asolado por plagas que amenazan con acabar con la cosecha entera. Y es también la historia del gran número de personas que se consagran al cultivo del cacao, el cual hace de nuestra vida un deleite.