MANUEL AGUILERA GÓMEZ / FELIPE RIVA PALACIO GUERRERO
La inequidad en la distribución de los bienes terrenales y en las oportunidades de mejoramiento personal siempre ha estado presente en la realidad de México. Son emblemáticas las expresiones de José María Morelos en la célebre proclama de 1813 frente al Congreso de Anáhuac cuando exhortó la promulgación de leyes que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejoren sus costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto. Proclama generosa, repetida en discursos y en compromisos electorales pero con resultados fallidos. Dos siglos después, México sigue siendo el país de una gran desigualdad.
En el presente ensayo nos proponemos demostrar que la distribución del ingreso en México está determinada por factores estructurales que se van manifestando en el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas con la interinfluencia de mecanismos de profundización (o moderación) resultantes de la política económica.
Nuestro análisis parte de una premisa: el desarrollo económico no es simplemente un incremento de la producción sino entraña cambios radicales en la estructura productiva y, consecuentemente, en la conformación de la sociedad y en los mecanismos de distribución del ingreso. En su justa perspectiva se trata de la transición de una economía primario-exportadora, dominantemente rural, un tanto primitiva, con estamentos sociales muy definidos e inmutables, regida por elites señorial-latifundistas, hacia una sociedad predominantemente urbana, cuya estructura productiva está asentada sobre una base industrial y de servicios, con la presencia de amplias clases medias surgidas de una etapa de vigorosa capilaridad social-ocupacional y gobernada conforme a patrones esencialmente democráticos.