El libro de Russo demuestra fidedignamente que la calle funciona como un colisionador institucional. Desde el inicio, su tesis es precisa y acotada: Entender y analizar los criterios de los policías cuando intervienen con personas afectadas por el consumo de sustancias psicotóxicas.
La investigación le valió al autor su doctorado en Salud Mental Comunitaria en la Universidad Nacional de Lanús. Tras decidir reanimarla mediante el trabajo de reescritura, conjugó con inteligencia su estilo ligero y humorístico, que evoca lo mejor de la Escuela Sociológica de Chicago, y los platos fuertes de la academia: la saturación bibliográfica y una metodología cuidadosa.
Ni esclerosada ni invertebrada, con su prosa prístina el autor recorre aquellos temas centrales, aunque heterogéneos, por donde gravitó su labor a razón de lo cual, la noción de prisma dispersivo cobra un valor determinante. Me refiero al trabajo de campo, la tensión existente entre legislaciones y dispositivos, y una serie de reflexiones sobre el consumo de drogas y los procesos de estigmatización y auto estigmatización.
Estamos ante a un trabajo de investigación plagado de referencias históricas, artísticas, testimonios vivenciales y anécdotas bizarras. Analítico, sin duda, pero no por eso menos punk. Puede sonar polémico, pero debo a las drogas mi ingreso a la universidad, confiesa el autor. ¿Hace falta más?