Yo soy el Mandrake desciende de la nota roja mexicana, pero no en el modo pornográfico y moralista en el que, según sus críticos cultos, la han leído la mayoría de los lectores de periódicos del último siglo. Los habitantes de la Ciudad de México son protagonistas de la nota roja como Mandrakes, víctimas o cómplices. Hay expertos académicos que dicen que la nota roja es un mecanismo de control social o, por el contrario, una expresión de la resistencia cotidiana al poder. Servín la reconoce por lo que es, el sarcástico registro de una realidad inhóspita.