«Esa noche dormí feliz porque mi padre me había llamado conejo, algo que solo sucedía cuando los astros del cielo se alineaban en órbita perfecta; caí en un sueño profundo y lúcido que aún recuerdo». Como quien nos abre las puertas de su casa y nos invita a entrar y compartir los espacios más íntimos, María Elena Schlesinger aborda la vida privada y cotidiana de una sociedad que se mueve al ritmo pausado de sus relatos. Es el día a día de la gente «normal», la que habla quedito, toma el café ralo y azucarado en el que moja pan dulce de Las Victorias, y se viste cat rín cuando la ocasión lo merece, o el calendario de la tipografía Sánchez & de Guise lo señala. En Memorias de un conejo la autora es la protagonista, ella nos cuenta lo que vio y lo que le contaron, a la vez que inventa e imagina buceando en sus raíces, coloreando un pasado que resulta ser el de muchos. Y recuerden no poner «la tortilla de cara, porque a la pobrecita le duele».