Desde hace un tiempo, la razón compleja ha sido reemplazada por una manera simple, binaria, viril, guerrera, de ver las cosas: el puro enfrentamiento. Pero el conflicto no es enfrentamiento. Todo lo que se ha vuelto una especie de lucha, donde quien no está de tu lado, ya es tu enemigo, y ni siquiera merece justicia, precisa de un análisis crítico.En toda charla y en toda toma de posición el solo hecho de pretender tomar un momento para pensar es identificado con una traición. Es como si pensar fuera una señal de que estás con el otro bando, porque ya no se acepta el espacio para la duda o la reflexión. Solo importa si estás a favor o en contra.
Entonces, quizás, agotados de tanta pelea, de tanto simplismo brutal, nos ponemos a desear, a esperar una situación pacífica, idílica, la Pastoral utópica.
La propuesta de Benasayag y A. del Rey es si precisamente lo que se opone al simple enfrentamiento no sea esa paz universal como pensaba Kant, sino el conflicto.
El conflicto analizado en todas sus dimensiones, políticas psicológicas, sociales, como condición para evitar el puro enfrentamiento.
La amistad, el amor, el pensamiento y la cultura, entre otras tensiones de la vida, serán posibles bajo condición de una conflictividad multidimensional que nos impida anclarnos en una identidad saturada, donde la única manera de saber quién soy sea encontrar un enemigo que me justifique.