El cuerpo, el sufrimiento, la condición de varón o de mujer, la muerte, se convirtieron en negatividades, en abstracciones: quedó limpia así la zona en la que el yo es hegemónico. Muerte y corporalidad no son humanas sino molestas fisuras del ser, que expresan dolor ante la armonía perdida entre el individuo y cosmos, entre el individuo y los otros. El fin de este libro es descubrir el reverso de una cultura: la interioridad individual concreta desolada, el cuerpo pesaroso, la condición genérica ignorada de la mujer, la metamorfosis de la subjetividad. Y también la crisis urbana, el anonimato de la condición humana en las ciudades actuales, que parecen ser reflejo de la violencia con la que comenzó nuestro siglo, de la civilización global y globalizante, de la cultura del control sutil que hace trizas al ser humano concreto.