AA.VV
El vivir, el habitar, lleva consigo ese pecado original
que es el conste encuentro con la muerte: el careo con aquello que puede significar paso, trascendencia o final. Es ahí donde se ha pactado el encuentro, en la resolución del dejarse morir en la poesía, de habitar el vacío con fragmentos de lo que bien podría ser vida o muerte.