A fines de enero de 1969 me inscribí en la Preparatoria popular, una escuela singular que había nacido un año antes, gracias al movimiento de rechazados de la UNAM. En un principio, los alumnos tomaban clases en los pasillos y salones vacíos de la Facultad de Filosofía y Letras, en Ciudad Universitaria. Cuando ingresé, ya tenían el reconocimiento académico de los estudios y una sede propia, en la calle de Liverpool 66, colonia Juárez.