Desde la fundación de la Academia de San Carlos en el siglo XVIII, considerada la primera escuela de arte en América, no se contempló en los estatutos que la legislaron incluir a las mujeres. La lucha por integrarse fue larga y difícil. Al principio su formación estuvo a cargo de profesores particulares que les impartían clase en el seno de sus hogares, o a través de los lazos que, por su situación familiar, establecían con el ambiente artístico. Fue hasta las últimas décadas del siglo XIX que lograron, paulatinamente, incorporarse de manera oficial como alumnas a la institución.