"Entramos al jardín recorriendo las huellas que dejó olvidada la lluvia sobre una piedra; observamos la gota seca en la ventana de una casa a la intemperie. Contemplamos el verde en sus versos, entramos en la lógica del eterno retorno de las cosas. Un círculo infinito que nos devuelve el calor en invierno y nos enfría las manos en verano.
Estaciones nos enseña a caminar por segunda vez, trastabillando los zapatos en el adoquín mojado; nos recita del abrazo de los árboles y de los bancos vacíos en la espera del tren.
Los versos de este libro son un lente para aprender a mirar con asombro a lo desconocido.
No hay fronteras que separen el jardín de la ciudad; no existen límites entre la estación de tren y el pájaro que se posó en el árbol en otoño. La poesía se vuelve un ciclo sin fin, un movimiento perfecto donde la armonía pone paños de calma y de caos a la vez.", Natalia Bericat en el prólogo.
SEGÚN PASAN LOS AÑOS
Es que los años pasan, mi amor.
Pasan y se llevan
la propensión al desarraigo,
las cascaritas,
la lengua partida y el romance
con lo oscuro de la noche.
Dejan estrellas, la fiebre;
lavan el paño enfermo
y el mito
de que el insomnio es el sueño
de corazones ardientes.
Amar también es descansar.
Esos mambos de brazos rotos,
de abrazo frágil,
empiezan
a volverse pequeñitos;
mamadera de dolor
Y ya no, amor,
ya no.
Porque los años pasan
y se llevan el gesto
de revolcarse entre astillas
con la esperanza
de sentir algo.
Pasan y dejan esta fe
en que el amor es eso
que hace cuerpo
del hambre del cuerpo
y sienta al sol
a mirar de reojo.