Los movimientos emancipatorios masivos, antipatriarcales, antirraciales y anticoloniales, a la luz del pensamiento decolonial, pueden ser considerados como un momento de verdad y un retorno político en nuestra historia y nuestra geografía. Confrontan jerarquías y privilegios. Denuncian opresiones, segregaciones, explotaciones, exclusiones y hasta genocidios. Producen reacciones canallescas patriarcales, supremacistas y coloniales, no solo de parte de los perpetradores. Dan razones a la disputa social y la batalla cultural en la que estamos inmersos. Ahora bien, todo ese mar de fondo salpica las playas del psicoanálisis, su práctica y su teoría.
Cuerpos disidentes obturan los flujos del intercambio capitalista, patriarcalista y racista. Combaten las segregaciones a las que son sometidos. Disputan por sus propios goces. Ponen en juego ficciones políticas no reductibles a ficciones ideológicas fantasmáticas, con las que, en ocasiones, descansa el oído psicoanalítico en la escucha diaria.