Esteban Montejo, un viejo revolucionario mambí, afrocubano y nacido esclavo, cimarrón para más señas, cuenta su vida a un joven de 23 años, Miguel Barnet. Lo hace en 1963, en un país en el que una revolución triunfante apuesta por desenterrar la memoria silenciada de las rebeliones populares, de las resistencias que fueron ignoradas o criminalizadas, en fin, recuperar "la historia de la gente sin historia". El anciano recuerda un sinfín de detalles de la vida cotidiana que se imbrican en hechos históricos transcendentales: el régimen de terror en los ingenios azucareros, la vida en el monte como cimarrón, la abolición de la esclavitud, la Guerra de la Independencia. Entra y sale de ellos con paso discreto, lo suyo no es la grandilocuencia. Deja a su memoria discurrir libremente por veredas y vericuetos en los que también transitan otros muchos rostros anónimos. Rostros de hombres y mujeres que conforman el sustrato nutricio de la identidad popular cubana.