Tal es el título del sugerente ensayo del escritor japonés Junichiro Tanizaki que le viene como anillo al dedo a la obra narrativa de Ana Clavel, quien ha buscado su lugar en nuestro medio literario de manera independiente y original pues eligió adentrarse en los territorios de la literatura erótica, desde una visión estrictamente femenina y personal, que no se había dado en términos narrativos en nuestro país.
Si Juan García Ponce se propuso recrear en sus cuentos y novelas las motivaciones lascivas y perversas que, a veces consciente, a veces inconsciente, impulsan al ser humano -como lo hicieran antes D.H. Lawrence, Henry Miller, George Bataille o el mismo Tanizaki-, Ana Clavel asumió una consigna semejante y muy valiente, siguiendo los pasos de Anais Nin, Pauline Réage, Simone de Beauvoir y, más recientemente, Alina Reyes. Aproximarse al erotismo desde lo que ella define como "el arte de la sombra".
Sombra: hermosa palabra que evoca infinidad de posibilidades poéticas y simbólicas. "Amor a las sombras" le llaman a la enfermiza atracción que algunos hombres padecen hacia una mujer que aman compulsivamente pero a la que sólo pueden cortejar a la distancia y de manera anónima, principalmente, a través de cartas y misivas. "Detente sombra de mi bien esquivo", le dice Sor Juana al amante que va a abandonarla pero que ella conservará gracias al poder de su imaginación. "A la sombra de las muchachas en flor"